24.11.23

Fechas espectáculo:
23.11.23 - 25.11.23

La edición número 41 del Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid arrancó el pasado 9 de noviembre y llega a su conclusión el 26 de este mes con 15 propuestas para su semana final. La danza cobra protagonismo en estos últimos días de programación, junto al teatro de texto y el teatro de objetos. Como ha sucedido desde el primer día y como indica el director del festival, Alberto Conejero, se trata de espectáculos que “nos incitan a mirarnos de otro modo, a imaginarnos de otro modo, a descubrir que basta un gesto inesperado para que se abran nuevas posibilidades de vida”.

Si de mirar de otro modo se trata, nadie como el maestro Dimitris Papaioannou. Pintor antes que coreógrafo, pintor antes que director escénico, pintor antes que escenógrafo, el artista griego visualiza sus piezas antes de que sean materia y cuerpo. Tras acoger hace dos años Transverse orientation, llega en esta ocasión con una pieza que tiene el agua como principal elemento. INK (Teatros del Canal, 23-25 de noviembre) es agua y es cuerpo, es líquido y carne, naturaleza viva y desnuda, danza y lucha, mirada y gemido, sonido y luz, donde el propio Papaioannou baila en un tour de force apasionado junto al impresionante bailarín alemán Šuka Horn.

INK, pieza alumbrada en 2020 al calor del encierro pandémico, plantea un formato más reducido de lo que hemos visto de este creador en Madrid en los últimos tiempos (The great tamer y Transverse orientation), pero la belleza plástica que propone tiene igual dimensión. En 2022 su creador la retoma y la reelabora para una gira internacional, saltando él mismo a escena, y esto cabe resaltarlo, porque no siempre se tiene el privilegio de ver en escena al propio Papaioannou. A Madrid llega tras su paso por Atenas, Milán, Roma, Montreal, Seúl o Barcelona.

INK es una pieza emparentada con otra anterior, Primal matter (2012), que partía también como dúo entre el hombre vestido y el hombre desnudo. Artista y modelo, padre e hijo, hombre maduro seduciendo a hombre joven, o como sugiere el crítico Roger Salas, gran conocedor de la obra del griego, un tête-à-tête y un cuerpo a cuerpo que “remite a esquemas arcaicos, del mundo antiguo, de la literatura, la historia, la mitología, el teatro o la poesía: Aquiles y Patroclo, Alejandro y Hefestión, Cratino y Aristodemo, Caritón y Melanipo, Damón y Fintias, Harmodio y Aristogiton, Cleómaco y Filisto. ¿La pareja de hombres de INK y sus acciones son una propuesta de evocación (revivificación figurada) de alguna pareja legendaria?” Hay hasta quien ha visto un capitán Ahab empleándose a fondo, bajo los cortinajes violentos de agua salada, contra su monstruo interior. Sea como sea, hay todo un universo creado entre esas dos figuras que se atraen y se repelen, que pelean y aman, que quieren dominar o ser dominados. Y entre ellos, un pulpo, inteligente animal de los abismos, de movimientos precisos, que regala un telón de tinta (ink, en inglés) cuando se siente amenazado, que es golpeado salvajemente por los pescadores contra la roca para que sea tierno en boca. La capacidad poética de Papaioannou alcanza aquí, por momentos, cumbres altamente epatantes.

El artista griego está en plena forma a sus casi 60 años. Parece lejana su consagración universal, cuando en 2004 se hizo cargo de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Atenas. Ahora es uno de esos popes de la escena internacional (en la estela de Bèjart, Bausch, Kantor, Wilson, Lepage, Castellucci…), llamado a dejar un legado único a través de un lenguaje reconocible y altamente imaginativo, donde danza y teatro conviven en una sinfonía de cuerpos heroicos y objetos polisémicos. Y un suelo dispuesto siempre a agrietarse, a mostrar deseos ocultos, a abrirse para el brote nuevo, a cerrarse sobre los misterios eternos. Sinfonía de símbolos que, como en INK, asumen la materialidad viva del escenario, viva como el agua, poderoso elemento ético y estético para un artista profundamente mediterráneo. INK es una mitología en sí misma, tan irracional como humana, tan salvaje como ilustrada, un paso a dos que fascina colmando nuestra mirada de espectador de imágenes potentes y apasionadas, que llevaremos con nosotros, en la memoria, mucho más tiempo del que pensamos, porque Papaioannou tiene una destreza única para percutir sobre nuestra percepción de lo sublime.





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