04.04.19

A lo largo de la historia del BNE, Ruben Olmo Leal, han pasado directores/as muy diferentes. Ha habido direcciones muy personalistas, otras menos. A veces se ha hecho más hincapié en el repertorio, otras en las nuevas creaciones. Ha habido espectáculos acertados y otros más desacertados. El Ballet ha pasado por épocas de tranquilidad y en ocasiones otras más turbulentas.

No pretendo juzgar etapas anteriores, con algunas de las cuales tengo grandes desacuerdos. Quiero señalar una época que, para mí, es referencia en la historia del Ballet Nacional de España, la época de María de Ávila, en la que el los bailarines del BNE fueron realmente los protagonistas gracias a una dirección que reunió en torno a su proyecto a las más importantes figuras, más allá de sus gustos o relaciones personales, con un criterio estrictamente profesional.

La etapa de María de Ávila, la que muchos definimos como la “Época dorada del BNE”, supuso un periodo de asentamiento y de enorme creatividad artística. El Ballet consiguió, también, reunirnos a un número de bailarines que marcaríamos después, cada uno con su personalidad, y en nuestra carrera en solitario, diferentes caminos en la Danza Española y en el Flamenco. Bajo su dirección se crearon obras cumbre de la Danza Española, que aún hoy, 35 años después, continúan vigentes, aunque algunas de ellas, lamentablemente de las más emblemáticas, han sido retiradas.

Con las obras del maestro José Granero, y esto debe conocerse, ha sucedido un hecho insólito dentro de la historia del Ballet Nacional de España: la retirada de la autorización para la exhibición de sus coreografías (y por motivos exclusivamente artísticos).

El Maestro Granero es una de las figuras más representativas de la Danza Española del siglo XX y su repertorio debe estar presente en el Ballet Nacional. Del mismo modo que existen obras como Laberinto de José Antonio (creación en su época vanguardista, como la que más) y otras tantas y tantas obras de arte guardadas en el fondo de un baúl.

He leído el extracto del Proyecto artístico de Rubén Olmo publicado por el Inaem.
He leído también en redes sociales las publicaciones felicitando al nuevo director, al que aprovecho para reiterar mi admiración y respeto como bailarín y gran profesional.

Pero no voy a ser hipócrita, me alegro por Rubén Olmo a nivel personal pero no puedo alegrame por el BNE ni por la Danza Española.

El BNE, hoy por hoy, necesita a muchos Rubén Olmo como bailarines e intérpretes así como colaboraciones coreográficas, pero dirigidos bajo un criterio artístico que tenga interiorizado la ESENCIA de la Danza Española, y no de manera teórica sino en lo más profundo de su ser.

Creo que es un error afirmar que hay que mantener la esencia de la Danza Española, cuando lo que se necesita con carácter urgente es RECUPERARLA.

Vamos a reconocer que el principal problema es que hay que recuperar la Danza Española, que está en peligro de extinción, y para ello se hace imprescindible la inclusión no sólo de “jóvenes promesas” sino de TODOS (hombres y mujeres Adrián Galia; jóvenes y “puretas”, o los que algunos llaman “viejas glorias”...

Quizá el problema sea que hay tan poco trabajo para los bailarines que los buenos intérpretes de ahora en lugar de estar dirigidos y dedicarse a pasear el arte de la Danza por los grandes escenarios del mundo, optan por dar cursos, charlas, clases magistrales, coreografiar, dirigir sus propios grupos, o … por qué no... el Ballet Nacional de España....

Las políticas culturales, y concretamente en materia de Danza, deberían ir orientadas a garantizar la continuidad de Compañías de calidad y así los bailarines tendrían la posibilidad de desarrollar su trabajo como intérpretes adquiriendo la experiencia necesaria para que, en un futuro, se dediquen a formar y/o dirigir a nuevas generaciones.

He de decir que no soy partidario de los concursos públicos como forma de elegir la dirección artística de una organización cultural, ni tampoco de concursos competitivos donde se fomenta más la rivalidad que las sensibilidades.

Pienso que ello, al final, dificulta al responsable político la posibilidad de materializar sus ideas con una elección directa y se prima el proyecto sobre la trayectoria. Los gobernantes deberían saber qué rumbo quieren que marque la Compañía y de este modo poder elegir quién es el más idóneo para llevar nuestra Danza Española al lugar que merece, pero claro para ello deberían tener un conocimiento profundo o un asesoramiento objetivo y neutral.

El arte no está en el que gana sino en el que transmite, el que traspasa más allá de la piel, el que deja huella en los corazones de los espectadores, el resto con constancia, humildad, esfuerzo, amor y trabajo se puede llegar a alcanzar.

Por todo ello, cuando los profesionales o los medios de comunicación me preguntaron sobre si me presentaría a la dirección del Ballet Nacional, inicialmente mi respuesta fue negativa pero me hice la siguiente reflexión:

En primer lugar, el momento personal y profesional en el que me encuentro, en el que quiero devolver a la danza española todo lo que a lo largo de los años recibí de ella a través de las grandes figuras de la danza del siglo XX, mis maestros y referentes, de los que he tenido el orgullo de aprender y la fortuna de bailar las más importantes coreografías.

Por otro lado, la posibilidad de poder aportar mi experiencia de casi veinticinco años en mi propia compañía, dirigida en sus inicios por José Granero, en la que han trabajado numerosos profesionales y con la que hemos recorrido los mejores escenarios del mundo; además de ello, mi trabajo como bailarín interpretando los roles más importantes de la danza española; mi conocimiento del repertorio, o mi conocimiento profundo del Ballet Nacional de España, al que me incorporé con 18 años y que dejé como artista invitado con 30, después de haber pasado por todas las categorías profesionales.

Es importante que no perdamos los referentes de la danza española y que esa continuidad que ha permitido su supervivencia a través de las generaciones, no se pierda. El Ballet Nacional es mucho más que una unidad pública que produce espectáculos. Debe ser un centro de preservación del repertorio, un lugar de referencia para los conservatorios, un semillero para los nuevos creadores, un lugar de investigación y estudio, que debe estar conectado con la realidad cultural del país. Hay que seguir creciendo, innovando, pero sin olvidar nunca todo lo que nuestros maestros y referentes nos han legado y sobre todo, por encima de promocionar la figura de la dirección, hay que darle su sitio a los BAILARINES, lo grandes olvidados del BNE.

Después de valorarlo mucho decidí presentar mi candidatura porque somos responsables del futuro de nuestra Danza y debo actuar en consecuencia. El Ballet Nacional de España debe ser el motor que consiga devolver a la Danza Española su carácter de referente cultural y artístico.

Espero que el presente escrito no se interprete de forma errónea. No se trata de una “pataleta” por no haber sido seleccionado. Se trata de hacer pública mi opinión. No pretendo crear polémica sólo quiero dar mi punto de vista. Se lo debo a mis maestros, a mis referentes, a mis compañeros, a mis padres que me perdieron tan joven por mi apuesta por la Danza Española... al público que me sigue y por el que mantengo una Compañía privada, a pesar de todos los obstáculos, con el mismo entusiasmo, ilusión y entrega del primer día... y sobre todo por coherencia, sin temores, miedos o inseguridades, me permito expresarme libremente.

Antonio Márquez






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