21.11.16

Anoche asistimos a una nueva cita en los Teatros del Canal, dentro del Festival Madrid en danza. En esta ocasión, pudimos ver a las estrellas de la Ópera de París, Dorothée Gilbert y Mathieu Ganio, en el estreno en España del ballet neoclásico “Tristán & Isolde”, con música de Wagner.

“Tristán & Isolde” es una ópera-drama de 3 actos compuesta por Wagner, el compositor conocido por plantear “la vuelta al ideal griego en el que la música sirviera como medio a una unión de las demás artes” (Ana Abad, 2012). Su idea de “la obra de arte total” aúna música, puesta en escena y libreto. Para escribir este drama musical, basado en la leyenda medieval de ambos amantes cuya pasión les lleva a romper normas religiosas y morales, se inspiró en su aventura con la poeta alemana, Mathilde Wesendonk y en la filosofía de Artur Schopenhauer.

El anuncio de la obra interpretada por las dos estrellas de la Ópera de París, Dorothée Gilbert y Mathieu Ganio, generaron unas expectativas que no se cumplieron. No siempre se está al 100% y así lo pudimos ver ayer. A pesar de la técnica de los bailarines, no consiguieron transmitir al espectador la esencia de la obra coreografiada por Giorgio Mancini. En consecuencia, salimos del teatro con sensación de indiferencia.

La Isolda que vimos no convenció. No consiguió transmitir lo que su personaje demandaba: pasión y emoción. Lejos de eso, la bailarina parecía descentrada, fuera del personaje, con la mirada perdida; en varias ocasiones además, vimos cómo se desequilibraba. La guinda del pastel fue su lucha con el vestuario, con el que no parecía muy cómoda, sobre todo en la segunda parte donde vimos cómo ella y su partenaire recolocaban el vestido en varias ocasiones.

Tristán estuvo mejor técnicamente y se le veía más centrado. No obstante, tampoco llegó a expresar el grado de emoción y de pasión que demandaba el personaje.

En favor del vestuario destacaré el efecto tan bello que conseguía la gasa de los vestidos. Mantenía y continuaba cada movimiento de los bailarines con gran delicadeza y ligereza.

Respecto a la música de Wagner poco hay que decir, estupenda.

Por último, los vídeos proyectados en blanco y negro nos dejaron imágenes muy bellas de los cuerpos de los bailarines, de posiciones que enfatizaban la sensualidad pero, tampoco llegaron a convencer al público.





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