01.12.13

Es domingo por la mañana y paseo por Recoletos para reunirme con Estela Alarcón y tomar el aperitivo en la Casa de América. Ella llega radiante y delicada con las mejillas algo sonrosadas por el frío. Tiene ganas de contarme, de narrar la trabajosa y silente labor que ha desempeñado con la única finalidad de que el legado de su maestro, el gran Juanjo Linares, continúe y no caiga en el olvido.

El pasado 16 de noviembre se han cumplido 4 años desde que Juanjo Linares, el mayor especialista e investigador de la Danza Tradicional que ha habido y habrá en España, nos dejase de forma repentina. Sus sueños, sus proyectos quedaron sin teminar... El maestro no pudo ver inaugurado su Museo del Traje en Ordes, su localidad natal; ni que los profesores de folklore pronto podrían obtener una titulación univesitara, o ver plasmada en papel sus investigaciones sobre la creación de un lenguaje para las danzas codificado en pasos... A pesar de su muerte, el maestro no nos abandonó del todo, nos dejó un ángel en la tierra: Estela Alarcón, una mujer adornada con el aspecto frágil y etéreo de las bailarinas, en contraste con la enorme fortaleza interior que domina su carácter. Pero lo que en ella destaca por encima de todas sus cualidades, es el amor y el respeto absoluto hacia el legado de Juanjo Linares.

Actualmente, Estela ejerce el cargo de Directora Académica del Título de Especialista en Danza Tradicional en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.



-¿Cómo llegaste al mundo de la danza?

-Es lo de siempre: mi madre me apuntó a clases de ballet en la Escuela de Danza Mercedes Fernández Moreno, de Ciudad Real, donde yo crié. De repente un día vi las castañuelas y los tacones... y exclamas “¡Yo también quiero!”. Entonces, comienzas a aprender danza española, aunque la danza clásica nunca la dejé e hice las dos carreras.
Mis estudios de grado medio los hice en el Conservatorio Profesional de Córdoba, Luis del Río, y los superiores en el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila. Posteriormente cursé el Master en Artes Escénicas en la Universidad Rey Juan Carlos, y por último estoy doctorando.

-Y ¿Cómo surge tu especialización en danzas tradicionales?

-Por puro azar. Yo quería aprender la danza gallega e Isabel Quintero me dio el teléfono del maestro Juanjo Linares. Le llamé. y desde ese momento... No sé si Isabel sabe lo que hizo, ni si se acordará que fue ella quien me facilitó su teléfono...

-Cambió el rumbo de tu vida.

-Sí, entonces yo no lo sabía, simplemente tuve el enorme placer de que el maestro me enseñara la muñeira. El se mostró muy sorprendido de que yo aprendiese el paso del 33 a la primera, y me dijo que nadie lo cogía con esa facilidad.

-¿Cuál es el paso del 33?

-Es un salto en el que la cadera da un golpe hacia dentro, pero el torso se queda hacia el lado contrario. Es muy difícil la coordinación y el estilo.

-Es habitual pensar en las danzas folklóricas como algo más sencillo que el resto de disciplinas bailables, pero en realidad son muy complicadas.

-Son muy complejas por las diversas características y estilos de cada región. Incluso dentro de la misma zona geográfica te puedes encontrar en un par de kilómetros con una variante total de la misma danza: un brazo diferente, una distinta caída de pie a la hora de plantar...

-¿Cómo te convertiste en la mano derecha del maestro?

-Un día me llamó por teléfono y me dijo que quería proponerme algo: “Estela, quiero que me sustituyas en mis clases”; yo no me lo podía creer y le contesté: “pero Juanjo... ¿Tú sabes a quién estás llamando?

-¿Por qué te escogió a ti entre todos sus discípulos?

-Eso mismo le pregunté, y me respondió que solo me lo diría una vez -a Juanjo no le gustaba el halago- y en efecto, no me lo volvió a repetir nunca. Me dio tres razones.

-¿Cuáles?

-La primera, que aparte de la danza, me había formado en otras cosas. Yo estudié varios cursos de derecho, como él también en su juventud había estudiado; la segunda, me dijo que yo era una buena persona; y la tercera, que era muy inteligente.

A mí se me saltaron las lágrimas de la emoción. Me parecía estar soñando. Desde ese momento comencé a acompañarle a todas sus clases y a colaborar con él en sus investigaciones y proyectos durante años.

-¿Qué hacías durante sus clases?

-Me presentaba como su profesora adjunta. Y si tenía que marcharse fuera, porque siempre le invitaban en muchos lugares a dar conferencias, yo le sustuía en las clases.
Pero si las daba él, yo le ayudaba a marcar los pasos, o danzábamos juntos para que los alumnos visualizaran a la vez el baile del hombre y el de la mujer.

Pero mira, había veces que, a pesar de que los movimientos no los pudiese hacer él, se dejaba llevar por la emoción y... ¡Soltaba el bastón! De repente, le poseía una fuerza que le transformaba, le embargaba, y hasta se olvidaba el bastón en el aula y teníamos que buscarle para devolvérselo...

Era increíble.

-Tendrás tantos recuerdos...

-Infinidad, pero siempre van conmigo. Trato de imaginar que sigue a mi lado. Íbamos siempre juntos. Recuerdo las excursiones en autobús a la Sierrra con un frío de muerte, para recuperar alguna danza casi olvidada de algún pueblo. Bromeaba diciendo que mi novio se iba a poner celoso de que pasase tanto tiempo con él.

-Habrás aprendido mucho de él.

-Sería poco lo que podría contarte de todo lo que me enseñó, y no solo de danza, también humanamente. La ayuda que yo pude prestarle fue mutua porque yo aprendía muchísimo de él. Íbamos por los pueblos a recopilar bailes, y buscaba dar una nomenclatura universal para todas las danzas tradicionales, un lenguaje universal que sirviera para recopilar todos los pasos.

-Es decir, que el objetivo era la codificación de los pasos, ¿Algo así como lo que se hizo en Francia cuando en tiempos del rey Sol se creó el ballet?

-Sí, esa era la idea, crear un lenguaje dancístico pero en al ámbito del folklore. Te lo explicaré para que lo entiendas bien.

Imagínate una persona mayor que explica un tipo de baile a tres personas, pues cada una de las tres recibe la información de forma diferente y le confiere un estilo distinto, y ahí se produce la evolución de la danza con el riesgo de que se pierda la pureza transmitida desde tiempos remotos. De ahí la importancia de encontrar un lenguaje común de pasos que permita la codificación de las danzas tradicionales. Esta era la tarea que emprendió Juanjo Linares.

-Dame algún ejemplo de paso a codificar.

-Un ejemplo de paso muy claro es el denominado “paso vasco”. Este existe en todas las danzas tradicionales, incluso en Portugal. Cuando el maestro de danza de la región tuviera que enseñar una danza que incluyese dicho paso, simplemente tendría que nombrarlo, y los alumnos ya sabrían lo que tendrían que hacer. Luego, dentro del paso hay variantes, igual que en el ballet, así, hay paso vasco saltado, girado, punteado...

-Supongo que la tarea de encontrar un lenguaje único de pasos tradicionales sería muy ardua, y la muerte repentina de Juanjo... No sabes cuánto lo sentí. Era un hombre entrañable. Y todo los conocimientos que se había llevado con él, y que no tuvo tiempo de dejar en este mundo... Fue una pérdida irreparable.

-Fue horrible. Y sí, claro que se llevo muchísimo, por eso yo trato de continuar su labor, y hay cosas que siguen gracias a él, a su impulso. Su vida, su lucha, su pasión por la danza tradicional no fue en vano.

-¿Qué has hecho para mantener su legado?

-He tratado de luchar y sobreponerme a todo el horror de aquellos días en que se fue el maestro. Juanjo tenía, por así decirlo, tres caballos de batalla: su Museo del Traje, que estaba listo y sin embargo, no tuvo la satisfacción de verlo inaugurado; la codificación de las danzas, por terminar, y su tercer ámbito: la lucha porque se reconociese una titulación a los especialistas en danzas tradicionales.

Fue muy importante para mi tarea el hecho de que donde él trabajaba me pidieron que fuera yo quien me hiciese cargo de sus clases: en el Centro de Danza Carmen Roche y en el Instituto Universitario de la Danza Alicia Alonso, donde su director, Alberto García Castaño, ha sido siempre muy consciente de la trascendencia de la labor académica iniciada por Juanjo.

Con absoluta humildad te confieso que para mí lo prioritario era que no se perdiesen sus enseñanzas. Y lo hago incluso por mi propio bienestar mental, por mi tranquilidad interior, por lo tantísimo que le debo al maestro, porque si mis padres me dieron la vida, a nivel laboral y humano también se la debo a él. Yo tenía que seguir.

-¿Cómo va la codificación?

-Está contenida en la tesis doctoral que estoy escribiendo y que he titulado: “Trabajo de recopilación, conservación y enseñanza por el maestro Juan José Linares Martiáñez”

-¿Sobre qué trata?

-Estoy codificando los bailes que aprendí de él, unos ciento y pico; él conocía más, muchísimos más, no te puedes imaginar...

Además de la parte de codificación escrita, la tesis se sustenta sobre un soporte audiovisual que muestra los pasos, las posiciones de los brazos y de los pies, los bailes, todo de la forma más gráfica posible.

-¿Cuando finalizas la tesis?

-Espero terminarla en breve.

-¿Cómo se inició el estudio de la recopilación de los pasos?

-Mi tesis se sustenta en un trabajo que era toda la vida del maestro, con más de 60 años de investigación y rescate de las danzas tradicionales. Cuando yo empecé a trabajar con él fuimos plasmando poco a poco estos conocimientos en papel, mediante la codificación y el lenguaje que creamos juntos.

El punto de partida para esta elaboración fue la investigación de los tratados de danza de los siglos XV, XVI, XVII y XVIII. De ellos extrajimos el lenguaje, la descripción de los pasos... La codificación elaborada respeta al máximo las fuentes.

-¿Y el título de Especialista en Danza Tradicional?

-Se ha logrado cumplir este sueño de Juanjo Linares, pues fue él quien propuso a Alberto García Castaño crear una titulación, a través de la universidad, sobre danza tradicional, que ampara a los investigadores en esta materia. Su objetivo era dignificar a la gente que durante tanto tiempo había estado trabajando silenciosamente pero con pasión en este ámbito. La idea surgió de Juanjo, pero falleció sin llegar a ver plasmado su logro.

En este curso ya estamos impartiendo en la Universidad Juan Carlos el título de Especialista en Danza Tradicional, que cada año se refiere a una región, con una mención distinta. Este curso es Andalucía; el pasado año la mención fue Extremadura.

-¿Qué es una mención?

-Es la especialidad. Hay unas asignaturas troncales y luego una especialidad. Así, quien estudió las troncales, puede seguir estudiando en sucesivos cursos las especialidades de las distintas zonas. Y la obtención del título universitario posibilita impartir clases dentro de los colegios de enseñanza de cada comunidad. Todo ésto ha sido posible gracias al maestro Juanjo Linares.

-Juanjo tenía muchas ilusiones, y comprendo que te sientas obligada en la medida de lo posible a que su labor no se pierda.

-Él era formidable. Era poeta, pintaba al óleo, cosía las piezas de los trajes, dibujaba figurines de vestuario. Y además hablaba muchísimos idiomas. Era alucinante. Lo ibas descubriendo poco a poco con el tiempo. No era presumido ni arrogante, todo lo contrario. De repente le hablaban en francés y te dabas cuenta de que hablaba un idioma perfecto, igual que el inglés y otros. Juanjo era siempre un descubrimiento, un verdadero intelectual. Devoraba los libros.

Tenia tantas ilusiones que, aún cuando estaba ingresado y muriéndose, me decía “vete a todas mis clases, sustitúyeme, y no digas a nadie que estoy en la clínica”.

El deseaba volver, continuar su tarea, no marchar. Su Museo del Traje estaba casi a punto de inaugurarse, todo estaba listo. Y murió.

-Tienes por delante un gran reto, Estela, pero estoy segura que, si Juanjo nos está viendo en este momento desde algún lugar, se sentirá muy orgulloso.

-Gracias, Mercedes. Te aseguro que la tarea es muy compleja, a veces casi imposible, pero me mueve la ilusión de que todas las generaciones posteriores sepan de él y transmitirles lo que me enseñó. No tengo ninguna pretensión, soy como las manos de Juanjo que él ya no tiene. Deseo ser el instrumento a través del cual se pueda continuar con su gran labor.







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