17.01.18

No voy a escribir una crítica sobre el espectáculo Monte Olimpo, la performance teatral de 24hs de Jan Fabre. No puedo puesto que no lo he visto y, además, prácticamente he dejado de escribir críticas de espectáculos.

Asistí, eso sí, a un pase gráfico de media hora. Durante esa media hora, más de la mitad de ese tiempo, los intérpretes nos hicieron una demostración de fuerza saltando a la comba con cadenas. Algo realmente prodigioso, he tratado de hacerlo con una cuerda y al cabo de tres minutos lo he dejado con calambres en un muslo y claros síntomas de colapso de una de mis rodillas.

De las referencias que he oído y leído, al parecer lo más destacable de la obra es que dura 24 horas, como el desaparecido Maratón de Danza de Madrid, y que en un momento dado, uno de los intérpretes le introduce su puño por el ano a uno de sus compañeros. Al menos esto es lo que los que han asistido me han comentado junto a un “aún estoy tratando de asimilar todo lo que ha ocurrido allí”. En todo caso, las opiniones recabadas se reparten a favor y en contra más o menos al cincuenta por ciento. Tal vez la queja que más he oído ha sido la de que se alargaban innecesariamente escenas con el obvio fin de llegar a las 24 horas.

Para la ocasión, el teatro ha sido “reconvertido”, adaptando salas para descanso de los espectadores, unas con colchonetas y otras con mantas sobre el suelo, y los suelos del teatro se han llenado de flechas de vinilo dirigiendo a estas salas, a la cafetería montada para la ocasión y otras dependencias. Esta mañana aún se podían ver restos de la fiesta en fase de recogida.

Como digo no puedo escribir la crítica, ya explicaré en otra ocasión por qué hace tiempo dejé de escribirlas, pero si quiero opinar sobre lo oportuno del evento en sí.

Desconozco, al parecer es un secreto de estado en un país que presume de transparencia, lo que ha costado contratar a Jan Fabre, tampoco he conseguido conocer lo que ha supuesto adaptar el teatro o lo que ha supuesto el plus de personal contratado para ocasión y, supongo, las horas extras del personal habitual.

La única referencia que he conseguido cosechar, y la pongo en cuarentena porque la fuente no es muy segura, es que los ciudadanos madrileños hemos pagado algo más de medio millón de euros por este evento, de los que la recuperación por taquilla, cafetería y, tal vez, merchandising habría sido mínima. Aunque, como digo, la fuente no es muy fiable. Podría ser más o ser menos.

Tan alto presupuesto para disfrute 800 ciudadanos, -la mayoría, eso sí, de pago-, me parece un derroche.

En un país que lucha por salir de una gran crisis, en el que los actores y bailarines trabajan a taquilla, cuando no gratis en un triste ejercicio de auto explotación, los gastos faraónicos deberían meditarse mucho.

Sé de algunos creadores madrileños de mucha calidad que con mucho menos podrían hacer tanto o más.




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