01.03.15

Estos días ando mocoso. Seguramente lo cambiante del tiempo influye mucho.

Para satisfacer, como cada año, mi masoquismo hoy he ido a fisgonear en ARCO.

No había recorrido dos calles del primer pabellón tirando fotos, literal lo de tirando, cuando al sacar de mi bolsillo la tapa de la cámara para guardarla y volver por donde había venido, se me ha caído al suelo un kleenex. Usado pocas veces aún. Pero usado.

Casi al instante ha aparecido un individuo bien vestido y sin signos de parecer ninguna enfermedad mental y me ha preguntado el precio del kleenex.

Asombrado he abierto la boca sin acertar a decir nada.

Se lo debe haber tomado como un intento de ponerme interesante, porque rápidamente me ha dicho que él era del mundillo y conocía el valor de una pieza solo con verla. “No voy a dar más de treinta mil euros”.

Mi boca se ha abierto aún más.

Ha sacado de su bolsillo una abultada cartera y rápido y en voz alta ha contado cuarenta mil euros que, sin darme tiempo a reaccionar, ha puesto en mi mano.

“Es lo más que voy a ofrecer, así que no me diga nada. Si los quiere métalos en su bolsillo y trato cerrado”.

Yo, que aún no había cerrado la boca, me he apresurado a meter los billetes en el bolsillo.

Él ha cogido el kleenex y se ha ido diciendo “no hace falta que me lo envuelva”.

En ese momento mis piernas han empezado a flaquear. Seguramente debido al peso del fajo de billetes.

Me he acercado al stand más cercano y he preguntado si tenían un vaso de agua. La señorita, muy amable y sonriente, me ha sacado uno de la vitrina que nos separaba y yo, lo he bebido de un trago ante su asombro.

“Caballero, se acaba de beber un Bresky de la época húmeda del autor valorado en cuarenta mil euros”

Mecánicamente he sacado el fajo del bolsillo se lo he dado y con el vaso vacío en mi mano he enfilado hacia la puerta mientras a mis espaldas la señorita me gritaba no sé qué de la factura y el certificado.

Antes de entrar al metro de depositado el vaso en una papelera mientras me limpiaba los mocos con la manga. Era mi último kleenex.

En el metro he cavilado sobre los kleenex que muchas veces venden en los escenarios de los teatros como si fuera arte, despreciando los gustos del público y exigiendo que todos los ciudadanos los paguemos a base de subvenciones que los políticos distribuyen según sus gustos o intereses. Porque ¿quién puede discutirles el valor de una pieza de supuesto arte?




Trabajamos para ganar público en vuestros trabajos.
Gracias por respetar los derechos de autoría de los textos e imágenes de este portal.
Enlaza el artículo en las redes, pero no copies las fotos individualmente.


Be sociable share - Se sociable. Comparte.


© Prohibida la reproducción total o parcial de textos, fotos y vídeos sin autorización escrita de sus autores.
(Los textos, fotos y vídeos utilizados en esta publicación son propiedad intelectual de sus autores y a los efectos previstos en el art.32.1, párrafo segundo, del TRLPI, se prohibe expresamente su reproducción, total o parcial, sin autorización previa por escrito.)